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Irene Bou, vivir del arte antes de los 30

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Irene Bou vive el sueño por el que muchos artistas luchan y trabajan incansables cada día: vivir de su arte.

Desde los 26 años esta joven artista ha expuesto y vendido sus obras tanto en galerías de Barcelonesa, como en París. También se la ha podido ver en múltiples ferias de arte, exposiciones individuales y colectivas, programas de televisión y revistas. A día de hoy, Bou sigue pintando en un estilo “art brut”, con personajes, formas y temáticas muy propias e inconfundibles.

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La artista Irene Bou en su estudio

A pesar de estar sumamente complacida con su relación con el arte, en esta entrevista nos mostrará que vivir del arte no siempre es un sueño tan dulce como parece.

- ¿Cómo te imaginabas la vida dedicada al arte?

- Nunca me paré a imaginármela. En mí, la vida de pintora estaba impresa desde siempre y así sucedió. Pero sí consideraba que me proporcionaría más experiencias intensas que otras carreras. Ahora que vivo una vida dedicada al arte, puedo decir que ésta es compleja, como todas las carreras cuando se busca la excelencia.

Una idea inocente que se rompió ha sido la de creer que cuando has expuesto en muchos sitios tu trabajo será reconocido y valorado. Esto no es cierto. Si no entras dentro de las grandes instituciones del arte (concursos, espacios expositivos de renombre, museos, etcétera) la carrera artística de cualquiera puede caer en el olvido.

- ¿Qué fue aquello que más te chocó en un principio del hecho de vivir del arte?

- Al principio fue para mí un “shock” desprenderme de los cuadros sabiendo que todo lo que había contenido en ellos nunca sería explicado meticulosamente a quién lo adquiera. Sin embargo, consuela la idea de que el cuadro, por sí solo, genera en quien lo compra una nueva reacción/relación.

Me sorprendió la relación que se establece entre el comprador y el artista: una relación cercana y lejana a la vez. Una contradicción que se hace realidad a través de la obra.  El papel de las galerías, como mediadoras de este encuentro-desencuentro, es el que, en última instancia, hace frío este encuentro. No critico el papel del galerista, pero como artista terminas entendiendo que para los mediadores todo este proceso culmina en un fin económico. Aunque ellos sientan sensibilidad artística, su último fin es mantener sus ventas. Con el tiempo lo aceptas y aceptas el hecho de que tú eres el único que defenderá tu obra desde una perspectiva más sensitiva y emocional y no como un mero producto.

Tomar conciencia de todo ello me dio pie a crecer en otros aspectos. Llega un día en el que te das cuenta de que el artista no está, ni mucho menos, exempto de formar parte del sistema; lo quiera o no. No es una decisión. Si quieres vivir del arte tienes que romper la idea romántica del ente introspectivo y aislado, a pesar de que es un poco lo que siempre terminas pidiendo: que me dejen en paz y me dejen pintar.

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- ¿Cuáles consideras que son las actitudes o capacidades imprescindibles para sostener una vida volcada en el arte?

- El artista tiene que darse cuenta de que no hay diferencia entre el arte y la vida. La actitud de un artista se comprende las 24 horas del día, es un hacedor y creador, aunque solo sea mentalmente. Como decía Joseph Beuys: arte y vida como fórmula inseparable. Un artista debe estar constantemente alerta a los dispositivos que se le presentan, ya sea en forma de música, por el modelo humano, la naturaleza, lo precario, la luz, el tiempo…

También la constancia, para poder evolucionar en la búsqueda. El estar actualizado con el mundo que te rodea, pues el arte debe ser denunciador crítico y reflejo de lo que sucede en la realidad. Un artista contemporáneo es un pensador.

En cuanto a las capacidades, considero que se tienen que desarrollar día a día. El artista tiene que ser capaz de crear sensaciones en los otros. Quizás éste sea uno de los puntos más complejos. El artista, para mí, tiene que generar belleza entendida como el hecho de cautivar. Debe remover con el fin de conmocionar con una sola imagen. Esto se consigue, a mi entender, cuando la obra es verdadera. Para ello el artista tiene que arriesgar, estar constantemente en busca de experiencias para luego, en el taller, codificar, analizar, explorar lo vivido y volverlo, a través de la emoción y con la herramienta de la pintura, una experiencia palpable. Dentro de este proceso, para mí es imprescindible tener en cuenta la intuición. La intuición del artista es el talento evangélico que no debe enterrar. El artista que no utiliza sus dotes es un esclavo perezoso. Y en mí caso también, respetar el accidente en el proceso pictórico para llegar a una belleza no preparada sino encontrada desde la espontaneidad, entendida ésta como el respeto hacia aquello que sucede.

- ¿Se vende tu arte al mismo precio en todos sitios?

No, esta es una de las curiosidades del arte.  Es un hecho a demás para mí comprobado.  En una ocasión hice una pequeña exposición en el bar de una amiga en  Barcelona. Los precios eran relativamente bajos; no vendí nada. Meses después, en el centro de París, los mismos cuadros se vendieron triplicados su precio. Por supuesto que influye el país, zona, conceptos, energías, muchísimas cosas.  El valor del cuadro depende de si el espectador hace un juicio previo con respecto al sitio en el cual se muestra la obra. Yo intuyo que si los ojos del que ven la obra son ojos sensibles, acostumbrados al lenguaje artístico, no se dejará influenciar por la estancia, sino que sabrá sentir la vibración verdadera del cuadro. Todo esto partiendo de que la obra sea una obra de arte.

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- ¿Cómo combinas la soledad/aislamiento del trabajo del artista con la vida pública o social?

- Bueno, como todo el mundo, tratando de esquivarla a ratos. Pero para mi trabajo es necesario; me facilita la escucha, aunque a veces sea muy duro lo que en el silencio podemos pensar.

- ¿Qué es lo que menos te gusta de vivir del arte y lo que más?

- Lo que menos me gusta es la constante incertidumbre de poder seguir viviendo de ello. Es decir, la incertidumbre económica. A pesar de que en este momento se están vendiendo mis cuadros a 6.000 euros, mi capital no supera la cuarta parte del valor de una de mis obras.

Por otro lado, después del esfuerzo de un proceso larguísimo, la recompensa, que es el “feedback” con la gente, se reduce al día de la inauguración (aparte de alguna venta a puerta cerrada y algún encuentro pictórico emotivo).

Lo que más me gusta es poder tener una pasión, una motivación clara y recurrente de hacer algo que me sirve de terapia y catarsis; y que a demás se convierte en algo palpable que sirve de dispositivo para despertar emociones en los otros.  A parte de esta gran suerte, el arte es acto bien visto en la sociedad, incluso hasta venerado.

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- ¿Qué le dirías a aquellos que luchan por vivir del arte como tú?

- Que adelante, a demás creo que no se elige. Un artista es; se rinde a su instinto de experimentar, investigar y profundizar en la búsqueda de su concepto de belleza o en aquellos temas que le muevan.

- ¿Cómo gestionas el hecho de trabajar constantemente a través de las emociones/sentimientos?

- Es agotador, se generan muchos sentimientos, se canalizan energías, se generan emociones y se busca interpretar realidades… Pero es de lo que se trata: de generar un producto que es la respuesta de una lucha interna, psíquica y emocional.

Un post de Anna Torralbo Albareda

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